El caso de una violación grupal cometida el fin de semana en la zona del cordón generó indignación y repudio.

Como ya informamos la víctima se encontraba con un hombre cuando otros dos individuos que estaban en la misma casa irrumpieron en la habitación y violaron a la mujer.

Los presuntos agresores fueron localizados y detenidos. Durante las instancias legales posteriores se negaron a aportar voluntariamente muestras de ADN, por lo que se tramitó una orden para judicial para tomarlas. Mientras tanto, ambos quedaron emplazados y a la orden de la Justicia.

En el programa Las cosas en su sitio, emitido por Radio Sarandí se comentó la noticia, en ese momento el comunicador Martín Fablet planteó a modo de pregunta una frase que se utiliza para culpabilizar a las víctimas de este tipo de hechos.

“Viendo esta realidad en la que vivimos y en la que te puede pasar esto, y sufriría muchísimo si les pasara a mis hijas ¿No es un consejo el de ‘no me hagas trompita en los Instagram, no me hagas videítos moviendo la colita’? Estoy preguntando, no lo estoy aconsejando”, expresó.

“Sí vas a Jackson (el boliche) esa pollerita tan corta capaz que no está bueno que la lleves, es una pregunta que me hago en la realidad que vivimos”.

Otro de los conductores intervino ante este comentario y Fablet coincidió en que cualquier mujer tiene derecho a ponerse la pollera que quiera y hacer el video que desee en redes, sin que por eso nadie se sienta con derecho a violarla

“¿Entonces qué estas diciendo?”, preguntó Carzolio, quien consideró que semejantes comentarios no deberían hacerse en un medio de comunicación.

“A veces, atendiendo la realidad, me pueden parecer sensatos algunos consejos. Voy a lo que le pude pasar por la cabeza un padre”, insistió Fablet, puntualizando que se refería en particular a “un padre” con hijas. “Es distinto el varón, la mujer está más indefensa”.

En ese punto del debate terció la comunicadora Iliana Da Silva, quien recordó que la enorme mayoría de los abusos sexuales se producen dentro del entorno del hogar, donde el abusador goza de una cercanía con la víctima que nada tiene que ver con el largo de la pollera o con las trompitas en Instagram.